Desde el grupo de AutoDEfensaLAboral, nos sumamos a la ola de apoyo que desde diferentes rincones del país y del mundo han lanzado a las trabajadoras y trabajadores del Metal
Desde hace unas semanas hemos visto como Cádiz y sus astilleros amanecían cubiertos de densas nubes de humo. En todas las televisiones, imágenes de piquetes a las puertas de las principales empresas, gas lacrimógeno, lucha callejera, vecinas y vecinos saliendo a las calles, tanquetas… La Huelga del Metal había comenzado.
Sus causas están mucho más allá de subir los salarios, obligar a la patronal a sentarse a negociar el nuevo convenio, acabar con la gran tasa de temporalidad y hacer fijos a los eventuales. La Huelga era una necesidad, tras años y años de deslocalizaciones, cierres de empresas, mermas de derechos laborales conquistados y cifras y cifras cada vez más altas de paro. El Estado Español abandonó y olvidó a Cádiz, y Cádiz se hizo escuchar.
La lucha que han realizado es una lucha que nos interpele a toda la clase trabajadora de este país y ante la cual no podemos permanecer impasibles. Una derrota en un sector desencadena un ataque a nuestras condiciones laborales del conjunto. Es como un dominó. Una victoria, da fuerzas, enseñanzas y ánimos para reclamar allá donde sea, lo que es nuestro.
Por lo tanto desde ADELA, desde donde luchamos porque las trabajadoras y trabajadores de Carabanchel se organicen, reclamen y conquisten lo que les pertenece, nos sumamos a la ola de apoyo que desde diferentes rincones del país y del mundo han lanzado a las trabajadoras y trabajadores del Metal. Apoyaremos todas y cada una de las decisiones que el conjunto de las plantillas decidan y les ayudaremos económica y personalmente en todo lo que necesiten.
Por muchos kilómetros que nos separen, a Cádiz y Carabanchel les une un mismo hilo, el de la solidaridad entre las clases populares, décadas de luchas vecinales, victorias contra la miseria del día a día que este sistema nos intenta imponer.
Así que no estáis solos, demostráis que la lucha es el único camino y mucha fuerza!
De Cádiz a Carabanchel, ¡qué viva la lucha de la clase obrera!
Para contar la historia y trayectoria de la Comunidad de Paz contaremos con dos miembros de la organización Colectivo Sur Cacarica que han estado acompañando en varios momentos a la Comunidad.
La situación en que se encuentran las personas defensoras de los derechos humanos en Colombia es espeluznante. Las cifras hablan por sí solas: solo en los primeros seis meses de 2021 más de 3.400 personas han sido secuestradas y asesinadas por paramilitares o fuerzas de seguridad del estado. Esta situación brutal e intolerable pasa desapercibida para los medios de comunicación y para la propia comunidad internacional. Hay una auténtica masacre de integrantes de movimientos sociales y sindicales ante la que, hipócritamente, no se hace nada. En ese contexto social y personal tan difícil y peligroso, hace casi 25 años, un grupo de campesinas y campesinos de la olvidada región colombiana de Urabá, hartos de estar en medio del conflicto armado colombiano, firmaron una declaratoria comprometiéndose a no participar en la guerra y estableciéndose así como comunidad neutral frente a todos los actores armados.
Aunque la vida de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó ha sido y sigue siendo un duro caminar dadas las violaciones constantes de derechos humanos que vienen sufriendo, sus miembros apuestan por un modelo de vida asambleario, de trabajo comunitario y de apoyo mutuo capaz de generar un ejemplo admirable de resistencia y cuidado del territorio.
Para contar la historia y trayectoria de la Comunidad de Paz contaremos con dos miembros de la organización Colectivo Sur Cacarica que han estado acompañando en varios momentos a la Comunidad. Y que nos contarán en primera persona su vivencia y trabajo en esta Comunidad, en la que han estado conviviendo y colaborando durante largos periodos de tiempo.
Este sábado 27 de noviembre, a las 18:00h, en la tercera planta del Eko (C/ Anade 10. <M> Oporto o Urgel).
Para abordar el problema del aumento vertiginosos del precio de la electricidad a finales de octubre la Asamblea Popular de Carabanchel organizó una asamblea debate en la plaza de Oporto. Contamos en esta ocasión con la participación de Rodrigo, miembro de Ecologistas en Acción que nos explicó cómo funciona el mercado eléctrico y qué está haciendo subir el precio de la luz.
Como marco para entender el problema, aclaró que la electricidad consumida por los en hogares representa solamente un cuarto tal de la energía producida, es decir que el eléctrico no es más que una parte del mercado de la energía. Es la energía la que permite que vivamos como vivimos -con gran movilidad, consumo…- y nos hemos acostumbrado a tenerla barata. Pero el 80% de la energía producida viene de los combustibles fósiles -con ellos se genera buena parte de la electricidad- y el gran problema actual es que estos combustibles fósiles baratos que hemos usado hasta ahora, se están agotando.
Esto está impulsando las energías renovables que en 2022 generarán el 45% de la energía. Hoy por hoy las renovables son más baratas que otras fuentes energéticas pero todavía no son las mayoritarias. Por eso, y a modo de resumen, el coste de la energía está aumentando y eso se está trasladando sobre todo a los hogares. La causa: el mercado eléctrico y su funcionamiento.
El mercado eléctrico
Y aquí es fundamental entender que el marco regulador de este mercado es europeo, es decir que es la UE la que tiene la última voz al respecto. Sin embargo el mercado español tiene unas características propias que lo hacen peculiar. La primera es que es un mercado con sólo cuatro grandes empresas que lo dominan y son esas mismas cuatro grandes que controlan la generación de electricidad, que controlan su distribución y que controlan su comercialización. Este oligopolio les confiere tal poder e influencia que hasta ahora han determinado la redacción de las leyes de tal forma que estas les benefician. Así se explica que, al año, obtengan entre 5.000 y 6.000 millones de euros más de beneficios que sus homólogas europeas.
El mercado está diseñado de tal forma que el precio de venta de toda la electricidad lo marca el precio de la generada por la fuente de energía más cara del momento, y en este momento lo marca la generada por las centrales de ciclo combinado que usan el gas natural. Este, por cierto, no para de encarecerse por asuntos internacionales, como el parón por la pandemia, las relaciones internacionales…
Pero la electricidad tiene diferentes orígenes, por ejemplo está la de energías renovables que no tiene coste de generación -el sol, el aire, las mareas… son gratuitas- y una vez cubiertas las inversiones de las instalaciones que las generan, su coste es mínimo. Otro tanto pasa con la electricidad de origen hidroeléctrico, cuyo coste actual es mínimo -las infraestructuras se construyeron hace ya muchos años y están más que amortizadas. Sin embargo esta electricidad mucho más barata es vendida también al precio de la más cara, generando unos enormes beneficios a las empresas productoras: son los llamados “beneficios caídos del cielo”. Y este es uno de los grandes defectos del actual mercado eléctrico: que no recoge los costes reales de producción. Desde hace años las organizaciones ecologistas reclaman que estos beneficios extraordinarios no se los queden las empresas sino que se reinviertan, por ejemplo, en las redes de transporte de la energía. Porque el coste de las redes de transporte, los llamados costes del sistema, los pagamos los y las consumidoras en los recibos. Si los beneficios caídos del cielo sirvieran para pagar estos costes lo notaríamos también en una reducción de nuestras facturas.
En la producción de electricidad hay distintas fases: la generación, el transporte -son las líneas de alta tensión que atraviesan todo el territorio- y la distribución.
En 1998, la liberalización del mercado eléctrico obligó a separar cada una de esas fases. Así por ejemplo, del transporte de la electricidad se encarga la entidad Red Eléctrica que es privada aunque tiene una participación de la administración -el SEPI- de un 20%. Este transporte genera los anteriormente citados ‘costes del sistema’ que que suponen entre 19.000 y 20.000 millones de euros al año a la administración pública y que pagamos los y las consumidoras ya sea en el recibo, ya sea via impuestos/gasto público.
Pero la separación de las fases de la producción de la electricidad no significó que fueran empresas diferentes las que monopolizaran cada fase: las grandes empresas eléctricas dividieron estas actividades dentro de una misma corporación. Así las productoras tienen también sus empresas comercializadoras, que son las que llevan y venden la electricidad a las casas. En la práctica las cuatro grandes productoras -Endesa, Iberdrola, Naturgy y EDP España- son al mismo tiempo las grandes vendedoras. Se ha genera así un oligopolio del mercado dentro de un marco legal.
Rodrigo afirmó que la regulación estatal del precio de la luz sería la mejor opción para evitar que sean los hogares los que paguen las subidas de la luz, pero que la tibia reacción del gobierno español no parece encaminarse en esa dirección. Aunque es cierto que su margen de maniobra no es muy amplio debido a que su marco es europeo y la UE se niega a cambiar el sistema que, considera, tan bien le ha funcionado, y aunque parece pesarles también el miedo a las cuantiosas indemnizaciones que judicialmente puede reclamar el oligopolio de las grandes eléctricas, lo que está claro es que no parece dispuesto a enfrentarse a la influencia y gran poder de estas.
Tras la explicación, se inició una ronda de preguntas y propuestas de las personas asistentes. Algunas sugirieron realizar apagones diarios a una misma hora para afectar a los bolsillos de las eléctricas, pero Rodrigo explicó que esto no dañaría en absoluto a estas empresas, solamente crearía un pequeño caos dentro del sistema de distribución eléctrico, siendo la mejor opción el cambiar nuestros hábitos de consumo y reducir nuestro uso de la electricidad -“Lo que les duele es que consumamos menos”- para que perciban la bajada de ingresos.
Otra de las propuestas lanzadas fue la de reaprovechar los espacios dedicados a la muy contaminante industria cárnica para situar en ellos las infraestructuras generadoras de energía necesarias. Sin embargo Rodrigo objetó, que en la península no hay un problema de espacio -de hecho el interior esta muy deshabitado: la llamada ‘España vaciada’-, sino un problema de unos intereses que se imponen a otros y de organización del territorio.
Como forma de reducir la dependencia de las eléctricas, una participante propuso inspirarse en Alemania y apostar por sistemas de comunidades eléctricas que a base de fuentes renovables se autogestionan tanto la producción como el consumo eléctrico. Es una apuesta bastante difícil en la ciudad, pero no imposible, porque está claro que es muy positivo agruparse para conseguir objetivos comunes.
Finalmente, entre debates sobre el consumo, la producción o la nacionalización del mercado eléctrico, se ha llegado a la conclusión de que por ahora lo que podemos hacer es seguir protestando y reclamando una profunda reforma del mercado eléctrico, que hay que modificar nuestros hábitos y prácticas y buscar alternativas como organizarse en comunidades eléctricas que produzcan su propia energía y, especialmente, esforzarse en reducir nuestro consumo, no solo con la electricidad, sino en todos los aspectos posibles porque el ritmo de consumo actual, propiciado por los deseos consumistas que nos crea el capitalismo, está generando una pérdida masiva de recursos que pone en riesgo al planeta.
«Soy vecina de Carabanchel y quería comentar en primera persona lo que me pasó como usuaria del centro de salud de Puerta Bonita».
[Esta es una carta que una vecina nos ha hecho llegar sobre sus peripecias para intentar conseguir una cita en un centro de salud del barrio]
Hace un mes tenía que ir al médico. Traté de pedir cita online y pusiera la fecha que pusiera me decía que no había cita en los próximos 14 días. Dejé de probar fechas cuando llegué a enero de 2022. Así que intenté llamar por teléfono pero hay tan poco personal que es más fácil que te lo cojan en la tele que en un centro de salud.
Seguí llamando a lo largo de la semana, con cada llamada tienes que estar un rato perdiendo el tiempo con un contestador automático que te pide marcar para saber si es COVID-19, decir si quieres cita presencial o telefónica, introducir tu fecha de nacimiento, tu número de teléfono, tu DNI, etc. Todo esto para que pasen la llamada al centro de salud y allí no te lo puedan coger y tengas que volver a llamar y volver a introducir todos tus datos. Que, ojo, menos mal que teletrabajo, porque en cualquier otro puesto no podría haber insistido tanto.
El viernes de esa semana a las 8 de la mañana ya por fin me cogieron el teléfono tras 3 días de intentos. Y la respuesta fue que la agenda no estaba abierta así que que llamara a partir del martes de la semana siguiente ya que no aceptaban citas.
Así que me vestí y fui de urgencia al centro de salud, donde ya había cola a las 8.30 de la mañana. Allí, desde la carretera, porque el acceso al centro de salud de Puerta Bonita es de todo menos accesible, tuve que decir lo que me ocurría para que valoraran si me dejaban pasar, delante de viandantes y demás gente que esperaba, con un nivel de intimidad nulo y preguntas personales sobre mi estado de salud.
De ahí me pasaron de urgencia con la médica.
Expliqué lo que me pasaba y que había intentado pedir cita y me dijo superamable que había 3 médicos nada más, que la semana que siguiente eran ya 4 y entonces podrían empezar a dar citas. Le dije que sabía que no era culpa suya y que lo que les estaban haciendo no tenía nombre, a lo que me respondió, si lo tiene: maltrato, y me dio las gracias porque no todo el mundo lo entendía. Ahí yo ya no sabía si seguir contándole mi historial o ponerle la mano en el hombro a la médica para que se desahogase. Aluciné, porque yo soy maja, sí, pero que alguien me de las gracias de forma tan sincera por ello es de hacérnoslo mirar.
Con la atención estoy realmente satisfecha, la de las pocas personas que estaban allí, porque la mayoría estaban agobiadísimas, pero no por ello dejaban de escuchar. Donde más frío era todo era en la entrada y al tener que pasar por ventanilla. Y es que si las médicas y enfermeras estaban saturadas, las personas de administración me parece hasta normal que no sepan ya ni hablar pausado.
Evidentemente puse una reclamación a la Consejería de Sanidad por estar el sistema de citas caído, diciendo que hay tan poco personal que es imposible que te atiendan. Porque a la burocracia les importan los números para sus informes tanto como tener que parar las calles para que estemos aquí. Son cuantificables, no pueden negar el problema por estar registrado y a más reclamaciones que atender mayor gasto administrativo, que es justo donde les duele. Así que creo que es importante que les quede claro por escrito que hay un problema y que tenemos claro que no es culpa del personal sanitario para que no puedan lanzarles la pelota a su tejado.
Por ello, animo a venir a las manifestaciones que salen del centro de salud de Abrantes a presionar todos los jueves y a seguir poniendo reclamaciones. Porque nuestra salud no puede depender de poder hacer tiempo en una cola a la intemperie, de tener un trabajo que permita no separarse del teléfono en toda la mañana o de que el personal aún mantenga su escucha pese a lo mal que lo están pasando. Porque cuanto más estrés, más errores humanos, y eso nos perjudica de forma directa tanto al personal sanitario, que no son ni más ni menos que personas trabajadoras bajo mucha presión, como al resto a la hora de recibir la atención digna y eficaz que nos merecemos».