“Hacer justicia y defender nuestros derechos es lo que hemos logrado en ADELA, el mejor grupo humano que he conocido”

Crónica sobre el conflicto contra un restaurante de Madrid

DeVII (nombre ficticio *) se define como un restaurante fusión con la mejor comida nikkei, japonesa y peruana. Ubicado en el centro de la ciudad de Madrid, se cataloga así mismo como un espacio “elegante y sobrío”. En el que al entrar es fácil dejarse cautivar por su luminosidad y donde se vive una experiencia innovadora. Y prosiguen para añadir que aquí cualquier persona puede sentirse “como en casa” gracias a su inmobiliario “blanco impoluto”.

Pero si tenemos que definirlo desde ADELA y más concretamente desde la experiencia de nuestros compañeros que han trabajado en el restaurante, pues la historia cambia bastante. DeVII es un restaurante frío y explotador, en el que al entrar a trabajar es fácil que vulneren tus derechos laborales, te hagan currar sin contrato, realices horas extras sin que te las paguen, no tengas días de vacaciones por más que trabajes, y veas afectada tu salud física y emocional. Y seguimos, un centro de trabajo en el que se vive una experiencia aterradora desde que comienzas a currar y en el que te harán sentir como un traidor, a través de llamadas cutres disfrazadas de buen rollo, por querer luchar y ganar lo que es tuyo, gracias a la actitud temeraria de los jefes y dueños del lugar. Aquí no hay nada impoluto.

Lo cuentan nuestros compañeros Miguel Ángel, Marco y Frank que lo han sufrido de primera mano y también se han defendido sin miedo hasta hacer justicia, con el apoyo de ADELA. Gracias su lucha y a la solidaridad, la empresa ha sumido sus deudas y las indemnizaciones.

La historia de Miguel Ángel:

No solo se trata de luchar por tus derechos si no también de aprender y poder ayudar a otras personas que están pasando por lo mismo”

Entré a trabajar en mayo de 2019, con mucha ilusión. Mi jornada era a tiempo parcial pero desde el primer día de trabajo, ya empezaban a hacerme quedar más horas de las que debía, siempre hacía una o dos horas extras de más. Yo por mi condición de estar irregular en ese momento, no hacía ningún reclamo y me quedaba callado. La situación iba de mal en peor en el aspecto de que los jefes al ver que rendimos laboralmente se iban más temprano y llegó un momento en el que no querían hacer nada, nos dejaban todo el trabajo a varios compañeros que estaban en la misma situación mía (sin papeles). Todos al empezar dábamos lo mejor de cada uno pero el desgaste y cansancio nos estaba pasando factura y llegamos al punto muchas veces de discutir entre nosotros. Una vez incluso nos planteamos denunciar a la empresa, fue lindo pensarlo y querer hacerlo pero solo quedó en una mera ilusión que no pasó a más.

Lo que más nos asustaba era quedarnos sin trabajo. Y por nuestra ignorancia y falta de conocimientos en el aspecto laboral y derechos fundamentales del trabajador, es que aguantamos hasta donde podíamos. Si nos salía un trabajo mejor, simplemente nos íbamos de ahí, sin derecho a reclamar nada de nada. Yo trabajé casi dos años, nunca tuve ni un solo día de vacaciones, los reemplazos que hacía a mis jefes me los pagaban, pero no realmente al precio que correspondía, y muchas veces si no quería hacer el reemplazo se molestaban. Era como que te coaccionan a que lo hagas sí o sí. Prácticamente yo tenía que estar a disposición del restaurante.

Cuando enfermé, no fue muy diferente. Para ellos era como si no tuviera nada y tenía Esclerosis múltiple RR. Nuestro consuelo entre compañeros era que al tener papeles, nos podríamos ir de ahí y que por ahora tocaba aguantar todo. A mí me despidieron no por ser un mal trabajador o porque haya hecho mal las cosas, me despidieron por haber recomendado a Jesús, un compañero que se quemó los brazos en área de Office. Gracias a Jesús conocí al grupo ADELA, ADELA le había ayudado a reclamar sus derechos y gracias a ello también logró una indemnización, que no hubiera logrado solo.

Al principio tuve miedo de demandar a la empresa incluso después de ver que Jesús lo había logrado. Me llevó mucho tiempo tomar la decisión de reclamar mis derechos, tanto pensar y después de varios meses decidí luchar junto al grupo ADELA. En esta lucha fuimos tres los demandantes, lo que me dio más fuerzas para hacerlo. Pero sobre todo lo que más me animó, era saber que iba a tener a un grupo de las mejores personas que había conocido hasta el momento, digo las mejores porque todas ellas estaban luchando a mi lado por mis derechos, en un país que no es el mío.

Todo esto era nuevo para mí y también difícil porque no tenía idea de nada, sobre derechos laborales. Desde el primer día me sentí arropado por el grupo y en todo este proceso he aprendido mucho. No solo se trata de luchar por tus derechos si no también de aprender y poder ayudar a otras personas que están pasando por lo mismo, pienso que lo mejor del grupo es el ayudar a los demás, sin miramientos de raza o condición social.

Después de varios meses de lucha, logramos llegar a un acuerdo con la empresa, la cual aceptó pagar lo que nos correspondía. Este grupo me ha devuelto las ganas de luchar por mí y por otras personas que necesitan ayuda.

El grupo ADELA Carabanchel es el mejor grupo humano que he conocido y resaltó los grandes valores que tienen, los cuales son muchos. Me siento feliz de haberlas conocido.

La historia de Marco:

En todo este proceso he aprendido mucho, soy un ser humano y tengo los mismos derechos que puede tener una persona con papeles”

Les voy a contar todo lo vivido en este conflicto con el restaurante, y sobre todo les hablaré de mi nueva familia: el grupo ADELA. Gracias a todas las personas que la integran pudimos hacer justicia y hacer valer nuestros derechos, frente a unos empresarios que nunca velaron por nosotros y que simplemente veían su beneficio.

Entré a trabajar el 10 de agosto de 2018. Recién llegado de mi país natal, con la promesa de tener los documentos y estar regular en España, a mi compañera y a mí nos engañaron con el famoso contrato, el cual nos permite regular nuestra estancia en el país. Yo comencé como lavaplatos y me esforcé día a día por hacer un buen trabajo para poder alimentar a mis menores, que estaban en mi país. Ilusionado de que la gente del restaurante había tramitado mi documentación, ya que eso fue lo que se nos comunicó, pasó el tiempo. Decían que todo iba bien, sin embargo, pasaron los años y ya en mi salida averigüé que nunca solicitaron dicha documentación.

Pasado el tiempo me esforcé tanto, que llegué a ocupar el puesto de segundo pero tenía que hacer labores de dos funciones. Mi jornada laboral era más de 60 horas semanales, había días que nos quedábamos hasta muy tarde por dejar limpio el recinto. Yo por mi condición de estar irregular en ese momento, no hacía ningún reclamo. Tenía que trabajar para alimentar a mis menores y me quedaba callado, aunque sabía que estaban atropellando mis derechos. Pero me asesoré con abogados y me decían que no denunciase porque podría perjudicarme.

La situación iba de mal en peor. El salario de las personas que no tenían papeles era muy distinto a los de las que sí. Esas personas trabajaban sus 40 horas a la semana, con un buen sueldo, con dos días de libranza. No tuvimos valentía por ignorancia y mal asesoramiento, no sabíamos que podíamos reclamar nuestros derechos.

Llegó la pandemia, todos contaban ERTE, estuvimos tres meses sin dinero, sin salario, pidiendo ayuda a asociaciones para alimentos o para pagar algo de la habitación. No estábamos tranquilos, no recibíamos nada ni siquiera un mensaje del jefe preguntando si estábamos bien.

Cuando regresamos al trabajo, nos bajaron más el salario, no teníamos de otra más que aguantarnos, ya que estar irregular y sin trabajo era muy difícil. Yo trabajé hasta septiembre de 2020, prácticamente en dos años y medio solo tuve 5 días de vacaciones hasta que me despidieron. El motivo fue porque decían que reclamaba mucho.

Al principio tuve miedo de demandar al restaurante, pensé que me podría pasar algo ya que estoy irregular. Pero conté con el apoyo de mis compañeras del grupo de ADELA. Me he sentido muy satisfecho de ver la misión y el objetivo de este grupo: luchar con toda esa gente que se aprovecha de las personas pisoteando sus derechos. Me dio mucha fuerza para hacerlo, pero sobre todo en los piquetes ver a mis compañeras cómo ponían el pecho en la puerta del restaurante, sin miedo a nada, eso me dio más valor. Supe que no estábamos solos en un principio del conflicto. La gente del restaurante me quiso sobornar ofreciéndome dinero y diciéndome que convenciese a mis compañeras para no siguiésemos en esto. Lo pensé y casi me desequilibró pero menos mal que estoy con una familia que me aconsejó, me dio más fortaleza: el grupo Adela.

En todo este proceso he aprendido mucho, soy un ser humano y tengo los mismos derechos que puede tener una persona con papeles. Después de tanta lucha, agotamiento, falta de tiempo… pero con todo el esfuerzo que dio cada integrante de esta familia, logramos llegar a un acuerdo con el restaurante. Hoy en día que teman toda esa gente que se burlan y se aprovechan de las necesidades que tenemos por trabajar, hay normas y hay que cumplirlas.

Me siento orgulloso de pertenecer al grupo de ADELA de Carabanchel. Aportaré y lucharé contra toda esta mafia que se aprovechan de los derechos de las personas

La historia de Frank:

Lo que más fuerzas me dio para luchar, fue hacerlo al lado de otras personas que compartían mi causa, como mis compañeros de trabajo y el grupo de ADELA”

Les contaré todo lo que he vivido en todo este conflicto con el restaurante y el apoyo de mi nueva familia, el grupo de ADELA.

El 15 de julio del 2018, entré a trabajar en el restaurante con la promesa de tener los documentos y estar en situación regular en España. Pero todo fue un engaño, como sucedió con mi compañero Marco. Comencé como cocinero y me esforcé día a día para hacer un buen trabajo y poder ayudar económicamente a mi familia.

Mi jornada laboral también era de 60 horas semanales, hacíamos muchas horas extraordinarias. Y nunca me quejé por miedo a mi situación irregular y la obligación de trabajar para solventar mis gastos. Con el tiempo, me asesoré con abogados que no me ayudaron, me decían que mejor no hacer nada para no perjudicarme.

La situación fue empeorando y a veces teníamos discusiones entre compañeros, debido al estrés. Sufríamos discriminación por parte de los dueños. Y en mi caso, el metre me decía palabras despectivas. Yo trabajé hasta marzo de 2020 y en todo ese tiempo sólo tuve tres días de vacaciones, en esa fecha me despidieron.

Como mis compañeros, también tuve miedo de denunciar al restaurante, pero finalmente con el apoyo de ADELA y mis otros compañeros, tiré para adelante. Eso fue lo que me dio fuerzas, luchar con otras personas que compartían mi causa. Saber que no estábamos solos.

Durante el proceso, el restaurante trató de sobornarme, ofreciéndome dinero y haciéndome llegar amenazas para que no siguiésemos adelante. No cedimos en ningún momento y finalmente, después de todos nuestros esfuerzos, conseguimos llegar a un acuerdo con el restaurante y así obtener lo que es nuestro.

Siempre estaré agradecido al grupo ADELA por darme fuerzas para iniciar este conflicto y luchar. Durante este tiempo he aprendido que hay que defender nuestros derechos y hacerlo en colectivo para ser más fuertes frente a las empresas que quieren vulnerarlos.

* No mencionamos el nombre real del restaurante, ya que es uno de los acuerdos a los que se llegó con la empresa en las negociaciones.

Marcar el enlace permanente.